Comentario
Toda una serie de circunstancias muy variadas produjeron una profunda transformación de la política internacional del Sudeste asiático a partir de finales de los años setenta. La desaparición de la influencia norteamericana en la zona como consecuencia del abandono del Vietnam fue el factor inicial que desencadenó este proceso pero, tras esta sorpresa, vino otra también muy considerable como fue el expansionismo militar y territorial vietnamita. El establecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y China fraguó en una diplomacia triangular nueva (China-Japón-Estados Unidos) que no fue ocasional ni limitada tan sólo a contrapesar el poder soviético en la zona sino que estaba destinada a perdurar en el tiempo. El nuevo panorama obligó a cambios en la actitud de las potencias más importantes de la zona, como sucedió en el caso de India, al mismo tiempo que nuevas naciones y nuevos escenarios parecían introducir un dinamismo adicional en el área del Pacífico.
La Guerra de Vietnam concluyó no sólo con la presencia norteamericana en este país sino también con la conversión de la totalidad de la antigua Indochina en tres países dotados de sendos regímenes comunistas. La caída de Saigón en abril de 1975 coincidió con la de Phnom-Penh, la capital de Camboya, y a ello le siguió la conversión de Laos en una República Popular a fines de año. En junio de 1977 la SEATO, antiguo organismo defensivo de hegemonía norteamericana, se disolvió y por un momento pudo haber la sensación de que se iba a producir un desmoronamiento de todos los regímenes de Asia oriental que no tuvieran significación comunista. Sin embargo, como sucedió en otras ocasiones, la teoría del dominó no llegó a cumplirse. Bajo la divisa del neutralismo y de la cooperación económica Tailandia, Malasia, Indonesia, Filipinas y Singapur organizaron una "Association of South East Asian Nations" (ASEAN) que gravitó de forma inevitable hacia los Estados Unidos, que mantenían una presencia militar en la zona gracias a sus bases en Filipinas (Subic Bay y Clark Field) y que, además, se benefició, como ya se ha indicado, de un importante crecimiento económico.
Un factor fundamental para que las previsiones acerca de una posible catástrofe para los intereses occidentales en la zona no llegara a producirse fue la incompatibilidad radical de las dos grandes potencias comunistas en la antigua Indochina. Vietnam se mostró muy pronto imperialista llegando a establecer una especie de protectorado sobre Laos en 1977; ambos países se integraron de forma clara en la galaxia de regímenes soviéticos. La Camboya de Pol Pot y de sus Khmers rojos mantuvo, en cambio, con apoyo de China una constante situación de tensión fronteriza con Vietnam desde 1975. El carácter genocida del régimen camboyano combinado con esa situación conflictiva acabó por provocar una intervención de Vietnam en Camboya con la definitiva expulsión de los dirigentes de aquel régimen en diciembre de 1978. De esta manera Vietnam se convirtió en una especie de gendarme político-militar de la región; como "la Prusia de Asia" pudo ser descrito por la sovietóloga Helène Carrêre d'Encausse. Ni siquiera una ofensiva china en la frontera común a comienzos de 1979 pareció poder limitar este papel de Vietnam como potencia imperialista, puesto que sus tropas fueron capaces de detener la ofensiva adversaria. Por primera vez se producía un choque bélico entre dos países comunistas en el Sudeste asiático, aliados respectivos de las dos grandes superpotencias identificadas con este ideario, en clara ruptura con la tesis del internacionalismo proletario. Vietnam, en efecto, estuvo poderosamente armado por los soviéticos que, en compensación, consiguieron una importante base en Cam Ranh que antes había sido ocupada por el Ejército norteamericano. Desde ella, los soviéticos podían pensar en irradiar una importante influencia en dirección hacia el Pacífico. No obstante esta victoria y a pesar de la misma integración de Vietnam en el bloque soviético, con la correspondiente ayuda económica que ello significó, el largo período bélico en el país y la implantación misma del régimen comunista tuvo como consecuencia un auténtico desastre económico que hizo que una parte de la población tratara de emigrar tanto de Camboya como de Vietnam. Desde 1978 hasta 1982 la renta per cápita pasó de 257 a sólo 187 dólares.
Por su parte, la política exterior de China, inesperado antagonista de Vietnam, con cuyo régimen del Norte había colaborado ampliamente durante el período de la Guerra contra los Estados Unidos, se caracterizó por el mantenimiento de los principios acuñados en la fase final de la vida de Mao tras la desaparición de éste en 1976. En teoría, China repudiaba por igual el imperialismo norteamericano y el soviético, quería liderar el Tercer Mundo y buscaba apoyos en un mundo "intermedio", calificativo que atribuía a aquellos países que no dependían en exceso de las dos grandes superpotencias. En la práctica, sin embargo, en este momento en que el papel de la Administración norteamericana en política exterior y de defensa estaba recortado por el legislativo, China se alineó siempre en contra de la Unión Soviética con la que mantenía contenciosos fronterizos y controversias doctrinales y, de este modo, resultó un aliado objetivo de los norteamericanos, fuera la Administración la republicana de Nixon y Ford o la demócrata de Carter. En realidad, una gran parte de los conflictos entre ambas superpotencias comunistas obedecieron a factores clásicos de confrontación tradicional entre potencias con aspiración a la hegemonía. La operación fallida de castigo contra Vietnam que ya ha sido citada no se entiende sin tener en cuenta el previo pacto suscrito entre la URSS y este país en noviembre de 1978. Casi al mismo tiempo que éste se firmó un tratado entre China y Japón en el que se incluía una especie de "cláusula antihegemónica" que en realidad se refería en exclusiva a la URSS.
Pero, como se puede imaginar, esta alianza no hubiera resultado imaginable sin el acercamiento de China a los Estados Unidos, que se estrechó por razones estratégicas al margen de que en ambos países se hubiera producido un cambio político (el que llevó de Mao a Deng y de Nixon a Carter, respectivamente). En diciembre de 1978 ambos países establecieron relaciones diplomáticas plenas que suponían el reconocimiento norteamericano de la República Popular como único Gobierno legal de este país. El viaje de Deng a los Estados Unidos en 1979 ratificó este acercamiento pero la invasión soviética de Afganistán resultó todavía más decisiva para consolidarlo en el sentido de que disipó las ilusiones creadas por la distensión entre los norteamericanos, mientras que corroboró la opinión de los dirigentes chinos acerca del "social imperialismo" soviético. Los dirigentes chinos se mostraron muy pragmáticos tolerando que los Estados Unidos mantuvieran sus estrechas relaciones con Taiwan.
Ese pragmatismo se pudo percibir también en la posterior evolución de la política exterior china. En efecto ya en los años ochenta, cuando la política norteamericana se había endurecido en lo que respecta a las relaciones con la URSS, China se situó en una posición de aparente equidistancia entre las dos superpotencias. Ya habían desaparecido los últimos rastros de la revolución cultural china que los había enfrentado desde el punto de vista ideológico con los soviéticos, por más que persistieran los conflictos territoriales y de hegemonías competitivas. De todos modos, la desaparición de Breznev en la URSS, que había tenido una auténtica obsesión antichina, supuso una mejora importante de la relación entre ambos países.
Cuando Gorbachov visitó China en 1989 no hacía otra cosa que confirmar esta tendencia a la mejora de las relaciones veinte años después de que hubiera pasado por su peor momento.
Junto con un recién llegado, Vietnam, y un poder regional predominante por su volumen demográfico a pesar de sus sucesivas crisis internas, China, Japón e India fueron también otras piezas claves de la política exterior del Sudeste asiático. Japón mantuvo una política exterior que siguió centrada en los aspectos comerciales y económicos y que le permitió, sobre todo después de la completa normalización de las relaciones con China, convertirse en el principal punto de referencia para ella desde aquellos puntos de vista. Sólo con el transcurso del tiempo Japón fue considerando que debía modificar su política exterior, dándole más amplitud y un contenido más plural, al mismo tiempo que asumía mayores responsabilidades en materia de defensa. Respecto a la India, siguió ejerciendo un papel de importancia en la política internacional merced a la herencia de la tradición neutralista identificada con Nehru. Sin embargo, razones estratégicas -los contenciosos con China y Pakistán- la mantenían ligada con la URSS y eso quitaba credibilidad a su posición pero, además, los conflictos internos tuvieron como consecuencia que su capacidad de acción exterior quedara considerablemente reducida.
Para completar el panorama de la política internacional en esta región del mundo resulta preciso referirse a dos conflictos permanentes tras la Segunda Guerra Mundial que, además, resultan también irresueltos en la actualidad. A pesar del profundo cambio económico producido en Corea del Sur y del olvido que la opinión occidental tenía ya de la división de esta península asiática, el conflicto entre las dos Coreas continuó latente e incluso se agudizó. El presidente Carter, irritado por las violaciones de los derechos humanos en Corea del Sur, anunció un propósito de retirar las tropas norteamericanas, que fue inmediatamente considerado por el vecino del Norte como un indicio de abandono y, por lo tanto, una incitación a llevar a cabo una labor subversiva; quien la dirigió fue el propio hijo mayor del dictador norcoreano Kim Il Sung. Por otra parte, Corea del Sur estuvo dominada durante estos años por una profunda inestabilidad que no se puede explicar únicamente por la del terrorismo realizado por su vecino del Norte. En 1979, en plena crisis económica, el presidente Park fue asesinado por el propio jefe de sus servicios secretos y en 1980 hubo una especie de insurrección popular en la ciudad de Kwangju que fue reprimida con extraordinaria dureza. Entre septiembre y octubre de 1983, a los treinta años del armisticio de Pan Munjon, dos sucesos trágicos -el derribo del avión civil surcoreano por los soviéticos y el asesinato de cuatro miembros de este Gobierno en Birmania- hicieron que se recordara lo sucedido durante la guerra de 1950-1953. Lo cierto es que la reciente evolución de los acontecimientos justificaba el temor a una posible vuelta al empleo de las armas para resolver este contencioso. Menudearon los conflictos en torno a la zona desmilitarizada hasta el punto que ésta dejó de merecer verdaderamente este nombre.
Pero lo más grave y novedoso fue la peculiar disimetría existente entre los dos países. Corea del Norte permanecía estancada en el aspecto económico pero empleaba muchos más recursos en lo que respecta a su defensa que la Corea del Sur, convertida en potencia económica mundial. Los cálculos de este momento revelaban, en efecto, que en el Norte se consagraba el 20% del PIB y el 12% de la población al Ejército mientras que en el Sur no se pasaba del 6% en esos dos casos. Dadas estas cifras se comprende que la Corea comunista superara en un 100% a la del Sur en lo que respecta a fuerzas blindadas, artillería pesada y aviación de combate y aún más en otros aspectos. Además, al estar situada cerca de la frontera la zona más industrializada de la Corea del Sur, resultaba también muchísimo más vulnerable ante un posible ataque adversario. Pero en términos económicos, en cambio, el balance era netamente favorable a la Corea del Sur. El PIB de Corea del Norte se duplicó entre 1965 y 1976 pero durante el mismo período de tiempo el de Corea del Sur se triplicó. Por vez primera el Sur superó claramente al Norte en renta per cápita; además, la crisis de la energía supuso que se agravara considerablemente el peso de la factura del petróleo sobre la economía de la Corea comunista que no pudo pagarla.
Otro conflicto latente del Extremo Oriente fue el de Taiwan, también un buen ejemplo del desarrollo económico logrado por esta región del mundo. El reconocimiento por los Estados Unidos de la China Popular no supuso ni remotamente un acercamiento de las dos Chinas. Mientras que la República Popular pareció dejar para un futuro remoto la solución del contencioso, Taiwan empezó a plantearse la eventualidad de olvidar una reivindicación sobre el continente que había estado en el origen mismo de su gestación como realidad política y optar por la independencia, de la cual era partidaria una parte de la población. Pero esa solución de ningún modo podía ser aceptada por la República Popular por más que se hubiera mostrado muy pragmática a la hora de tratar con los norteamericanos durante el período previo.
Finalmente en el Pacífico, una región del mundo situada aparentemente al margen de todas las conmociones que acontecían en otras partes, se presenciaron durante este período cambios de cierta importancia. Allí, por ejemplo, tuvo lugar uno de los últimos episodios de la descolonización. En septiembre de 1974 consiguió la independencia Nueva Guinea-Papuasia y en 1980 Vanuatu -Nuevas Hébridas-. Por su parte, Nueva Caledonia, colonia francesa, presenció el enfrentamiento violento entre partidarios y opositores de la independencia. En 1985 vencieron en las elecciones los sectores políticos contrarios a la independencia pero en 1988 se puso en marcha un Estatuto de autonomía que pareció solucionar las tensiones existentes. Una cuestión omnipresente en este área del mundo fue la relativa a la energía atómica y el arma nuclear debido a los ensayos franceses en el atolón de Muroroa. Mientras que Nueva Zelanda prohibió el paso por sus aguas de navíos nucleares, un acto de sabotaje realizado por enviados del Estado francés contra un barco ecologista (el "Rainbow Warrior") provocó un grave escándalo internacional (y un muerto) en el verano de 1985.